Mediterránea.
Atrás
quedan los nudos de sal, Leda
amante
cisne colocaré en tu cintura
para
cubrirte el pubis.
No hay sol
que por ti no aparezca, niña
no hay
rostro de dios ni de sangre
que por tus
manos no se nombren.
Mediterráneo.
Delante de
ti están
los amaneceres
de los cuatro tiempos.
Antiguos
discos de bronce y eurítmicos
que vuelan
hacia ti
para
recordarte cuán eterno eres.
No hay
sonido que de ti se oculte, niño
no hay
rastro de dios ni de ternura
que hasta
tu cuerpo venga.
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