Venderé mi cama vacía
para comprarte la eternidad de estas tres noches,
las bautizadas con el anticipo
del dolor de la belleza perdida
en la efímera felicidad,
a pesar de mi cuerpo fragante
y mi oleaje intacto,
de la mansedumbre de mi nombre
a la hora de esgrimir la huida
hacia el ignoto río de tu fertilidad ajena
a mí.
A pesar de ese pequeño regalo llamado ilusión
tan estúpidamente envuelto
en la sonrisa más blanca
que pude encontrar
mientras intento vestirme para ti
de mujer perfecta.
martes, 13 de septiembre de 2011
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