Perdóname si es control
lo que me falta amaestrar.
Perdón si la rígida cara,
la insistencia de grabar tu alma
en las huellas dactilares
con las que invoqué tu abrazo.
Perdóname si las ausentes risas, las rosas de mi boca
o las bromas,
el baile que te prometí y no logré, a priori,
hacer nacer
-nació cuando fuimos uno,
tal vez lo viviste conmigo también,
la primera vez-.
Perdóname lo escrito
en la arena de tu playa,
las alfombras de versos
con las que perfumé mi cama,
esta ansia de volver a estar en ti,
a pesar de la distancia.
Perdóname si recurro a ti
para que absuelvas
mi atribulada y encendida alma.
Eres el único.
Sólamente tú sabrás cómo disolverme,
componerme, reprenderme,
tomarme y encenderme,
o hacerme desaparecer para amanecer
en la tibia leche de tu cuerpo.
Sólamente tú podrás reconstruirme
a partir de la mujer nueva que formaste.
Sólamente tus manos, mi señor,
saben el secreto que espera mi ansia.
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