La entrada sin fin a la boca del tuerto,
mira cómo crecen las flores
en el paraíso con olor a camposanto.
Ellos juegan a creerlo todo,
incluso la reinvención de aquello que no les consta
pues no son dioses
ni se peinan con limón el desengaño;
ni tampoco les importa
porque están en la boca del dragón
y se reconstruyen a partir del tatemado fuego.
Solían mirarme como un vidrio que a la luz
regalaba puros tonos rosas.
Suelen mirarme como un fragmento no perecedero
de la voz que les dice que todo está mal
incluso el hacerse tontos con vodka
y muchas canciones insensatas
tratando de matar el tedio de la amarga realidad.
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