Ya no son los días del furor:
el daimón estuvo cerca
y yo lo dejé deslizarse entre mis ojos
mi nariz
mi boca
mis senos
mi sexo
mis piernas
mi suelo
mi raíz.
Cerré el grifo de la sangre que da vida eterna
la pelota interna brillante y amarilla
que no resguarda y no resguardará nada;
hoy explico la soledad
desde esta silla que no mueve
y no da
pero tampoco me juzga.
Y eso que llamamos tiempo se ha congelado:
ya no son épocas para sentir
salvo un oleaje exquisito de conjeturas y abismos blancos.
Y punto.
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