La gracia nació
para aplazar el dolor que es estar aquí
medio olvidados del universo;
o en todo caso,
para contarnos chistes
a costa de las costillas
que dios tiene sólo en las catedrales.
Nunca para ensuciar el destino
de un infante.
Natura, olvídanos a los hombres
que hemos distanciado
al verdadero dios
de nuestras estrambóticas
solitarias, semióticas
tributarias, simbióticas
rutinas.
No nos unjas de tu olor a yerba inocente,
antes bien,
quémanos
en el verdor de la leña seca
de nuestras pútridas conciencias.
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