Este hueso no dice nada.
Se le ha olvidado, señor,
que para hablar se necesita la vida.
Cuánta ira traerá el viento;
cuántos silencios están por callar las avenidas
y los parques y los hogares partidos.
Necesitaríamos un teléfono interdimensional
para conectar el hilo de la muerte
entre nuestro centro umbilical
y sus cuerpos silentes.
Esto no es una hazaña:
no habrá redención ni albricia
metamorfosis ni expiación
(expiar los pecados de quién, señor:
los suyos están muertos
de vida secuencial y kármica).
Esto no es el desierto.
Es un camposanto de la frontera.
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