Me dijiste que no
y mis manos se volvieron cuencas
donde espero la lluvia
lluvia de ti
o de tu nombre
lluvia de un milagro
-tu corazón tibio, total-
lluvia que abarque y elimine
la iluminada soledad
de mi aún joven rostro.
El mundo se me borró
y aún intento recuperar el aliento
que, ahora recordamos los dos,
fue tuyo desde que aquel día.
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