Cuando la nada te persiga,
cuando el odio te lastime demasiado,
el hastío te pregunte qué has hecho
con tus canciones,
y el rencor te obligue a no olvidar quién fuiste,
mi nombre estará buscándote
con los ojos cerrados
y la luz de faro ventricular
a puerto abierto.
Sólo tú podrías quitarle el insomnio,
regalarle la paz,
inculcarle otro modo de entender la justicia
con tu voz de viento del desierto
a este regalo de luz que obtuve
con la inicial de mi nombre a cuestas
y como rampa lunar.
¿Quién dijo que yo no te necesitara siempre,
quién omitió decirte
que para algo te podría servir mi presencia
aquí en la tierra de nadie y de todos los locos del mundo
aglutinados
y en espera de la redención?
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