Digo
y no digo.
Digo
y no digo.
Digo
y no digo.
Tal vez
porque la palabra limita
y hasta mi voz en este papel
-ciudad que se forma
de estas letras-edificios
para nunca más dejar de serlo-
no abraza
no cumple su misión entera
de abarcar todo este universo.
Que se hizo por ti
desde ti
para ti
y con y sin tus labios
igualmente es tuyo.
Digo
y no digo.
Digo
y no digo.
Digo
y no digo.
Porque espero la señal
más absurda
para hacerlo
y no hacerlo.
Y tal vez
porque me gusta
sentir
que puedo derribar todo
porque este amor...
Mimetizada
en alfombra celeste o blanca;
misma cal y mismo barro
con que fuimos hechos
el mismo ruido de nuestros pasos
que son como corazones
divisando el naranja
en la terquedad de dos pieles juntas.
Digo
y no digo.
Digo
y no digo.
No compondré
los relojes pasados.
No opondré objeción
a la distancia del tiempo
ajeno.
Arreglaré
los relojes futuros
por si las ganas fracasaran
embozar su mediocridad
de un solo tajo.
No permitir
que este regalo muera.
Diré todo
entregaré más que mil palabras.
El alma, sin dudarlo,
mi tiempo, por supuesto.
Ello,
si pones luz verde
y echamos a andar el coche;
o si simplemente
me regalas tus minutos
a cambio de todo esto
que pareciera nada
y lo es todo para mí.
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