Fui la ternura que no puedo ser
cuando abro los ojos
mis manos fueron seda
y mi sonrisa no tenía nada qué temer.
Fui la dulzura y la entrega de un corazón libre
la cinta suave que desata los prejuicios
la voz de ángel que no tengo en la Tierra
y mis brazos la guarida
de tus frentazos y tus miedos.
Hubo luz, demasiada.
La perfección visitó mi almohada.
Lástima que Neptuno
a veces sea tan cruel
y lástima que al Sol
le dé por salir
en estas circunstancias de mantos índigos.
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