Y no olvides mi fuego,
nene,
el que nadie supo encender
el que me vive a pesar de mi fría sonrisa;
ése que prendió la mecha
de la bomba que me autoextingue:
Tú, tú y tú
y sólamente tú
tendrías que venir
para atestiguar el derrumbamiento
de mi muro yang a costa de no ser objeto de burlas
o caricias fútiles.
Tenías que enterarte,
tarde o temprano,
que la coraza se fragmenta
y sólo quedé, desnuda,
enamoradísima,
yo, yo, yo
y sólamente yo.
Ambos debíamos nacer
para que yo te regalara esto.
Ahora guarda este amor entre tus manos
y no lo malgastes,
que mi furia viene inserta
y llora si no comprendes
lo que es parir al amor
cuando no se esperaba hacerlo.
¡Misericordia, oh Neptuno sol!
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