Niño mío,
hombre gruñón y alado,
premio mayor
en esta etapa de mi vida,
a estas alturas de nuestros tiempos,
nuestros días
y nuestras involuntarias colisiones
que le dan la pauta a mis poemas,
me atrevo a decirte
que creo que ya has entendido
lo que yo siento a cada segundo:
mis palabras son insuficientes
como el lenguaje mismo
y ni las flores de papel con tinta
ni las estrellas de letras luz
son capaces de igualar
a este universo
que nadie podría explicarte
la belleza de todo esto que has sembrado
porque yo lo he querido
acaso sólamente han podido
manifestarte mis verdaderas intenciones:
amarte tanto como le sea concedido
a esta mujer de una galaxia alterna;
alargar los puntos en los que habita
la etapa que te regalo.
Convertirlas, incluso,
en la posibilidad del infinito sideral.
sábado, 13 de febrero de 2010
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