Decido que no tengo tiempo
para dejarme atrapar
por el embrujo de la ironía:
ya sabemos que te llamas crueldad
y no importa
si la veo de cerca o no.
El caso es dejar la ropa
para elevarse muy alto
entre los velos y los cristales
de este mar azul invertido y volátil.
No sé por qué me habría tocado
aprenderlo contigo.
No suelo cuestionar países
sólo las veredas.
Por eso me siento feliz al pronunciar tu nombre.
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