Puedo anclar esta tristeza
en el fondo de mi mar más absoluto
acompañante fiel
del inicio de mi propio nombre.
Sacar la lengua para probar trozos de sol.
Platicarles a qué sabe la belleza de la luna.
Pero nunca bajo el manto índigo
que me espera
a las afueras de mi casa
y en el celular vacío de memorias.
sábado, 6 de febrero de 2010
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