Passé de cuatro tiempos,
uno por cada punto de la rosa despeinada
-Postmodernidad se lavó las manos-:
al Norte, mi cara desafiando los carros
al Sur, mi maternidad desencadenada
en la piel de los demás
al Oriente, mi boca haciendo grito y agua
de afuera hacia adentro
al Poniente, mi vestido de piel tatuado con libertad.
Y en todos está siempre el elemento que gira,
cinemática para aprender a volar.
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