Brilla la ciudad de un muerte impoluto
el color desaparece en las uñas
de aves de rapiña que no dejan descansar en paz.
Parados sobre la aguja obsesiva
repetimos días, dejamos proyectos, esa mística
la brújula que indica los pasos para ser sistema
a saber de qué, pero sistema y nada más.
Estos ojos están cargados de arena
manejo y descubro que estoy a un tris de ser comida
por la lavadora de almas en cuarentena.
Me doy miedo
y salto al vacío, a la conversión del te quiero al llano silencio entre azules sierras
me consumo para obviar el consumismo de alguien más.
Y me siento satisfecha
porque la dualidad se instala en mí:
yo destruyo para volver a escribir mi propia canción
para ser mi propio planeta de olvido y paz.
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