Las curvas de mis primeros veintes
ya no existen.
En su lugar están las de los pretreinta
y yo juego a ser sirena
en esta sábana de flores sin mar.
Me sienta bien ser litoral,
preferí ser archipiélago:
Coyolxauhqui dejó su rastro en mí,
por haber sido bautizada con el astro de su nombre.
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