Perfilar el aleteo hasta el amanecer,
hay tanta masa en este tintero que hace llover las naves
y las desdibuja en la sutil mariposa de tus labios.
Manejé en silencio por todo el centro de mi microuniverso
quería columpiarte en la media luna que posee un ombligo propio.
Lo logré. Hubo fiesta con mute a las siete de la noche.
También existieron semáforos desconcertados:
los rojos a veces no son para quedarse quietos.
Y un canto de cerezas
-las más dulces del árbol-mariposa de otoño,
robó la amargura del volante.
Esto es así
porque lo he vivido yo.
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