Descansar el huracán en la puerta menos pensada;
la del marco reseco, la que rechina sin ser usada,
cuerpo celeste poco refulgente
como las adivinanzas, su centro es núcleo de chiclosa luz.
Mirar hacia dentro, huír de la centrífuga,
consultar los canales invisibles que saben nuestras vidas
porque somos energía y ya.
Aceptar la vuelta de hoja de calendario, no,
más bien el giro supremo de la vida,
manchar la cara con una estrella pequeñita,
agarrarse a ella, aferrarse y caminar a ciegas,
quitarse la ropa que pesa, andar desnudos,
volar dentro de sí nomás.
Hay un volantín para casos de recuperación de la infancia.
Hay una flor que no marchita nunca para los valientes
dispuestos a saltar.
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