Abrí la cama en dos mitades:
apareció tu nombre
y me dormí con sus consonantes
entre el sueño y mi cuerpo.
Y el agua que diluyó la semiabierta
de tu torrente sanguíneo imaginario
se posó en mi mariposa roja
que otros le llamarán sexo
pero yo simplemente le concedo
la magia de pasar dos mundos
y concebir el infinito
desde la médula y sin volar hasta ahí.
Cerré la cama en una sola:
redonda fue la noche
como los ojos de una paloma
que quiero que vuele y te diga
lo que pasa por aquí.
Ahora, columpiemos,
no conciliemos,
nuestros de por sí ya indiscretos mares.
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