Aventar el tintero
o el reloj que llevamos en la muñeca.
Aventar las ropas
las penas simuladas
en la sonrisa de adolescente
completamente cercana
y totalmente feliz y ligera.
Abrazar un minuto extra
esta poción de beso diluido en sombra de estar
no de mentir ni de agachar la mirada.
Platicar como dos inocentes que se guardan
algo más que un simple lecho...
Eso aprendí un día como hoy
tan distinto de todos aquéllos.
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