Algún día entenderé
la descomposición maquínica de la estética
a través de la tecnologización
-voilá los neologismos que ha regalado
la fibra óptica y el insegurísimo internet
esa aldea global de Toffler y otros cuates-.
Pero esta noche no,
ni las anteriores, ni las futuras
ni las antefuturas ni las condicionales
ni las activas o pasivas
ni las subjuntivas en tiempo compuesto.
Esto tiene que volver
al prístino origen:
o el hombre se libera y habla en papel y cuento,
mano y poema,
o entonces yo no sé qué cuernos hago aquí,
viva,
con esta nebulosa en la mano
corriendo en la opuesta dirección
y con toda la intención del mundo
de partirle la madre al estándar enloquecido
a la neurosis colectiva,
al consumismo no estelar.
Quiero tragar bolas de fuego de estrellas
o que ellas me traguen primero.
El caso es ser fuego en el verbo
reventar hasta confirmarme que jamás fui un robot.
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