Despiértenlo con su trinar
díganle que lo quiero.
Vístanlo con su padre sol
susúrrenle que es invencible.
Cuéntenle de mí a esta hora:
sin rímel, también mi rostro guarda
el salmo de su melodía.
Que no desayuno nunca
y espero verlo en la sonrisa de algún transeúnte
igual de enamorado que mi pelo.
Hoy es viernes último de abril.
Alcáncenle su bendición
en dedos, alma y corazón.
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