Me enamoraré de ti
cuando las estrellas de mar
dejen de flotar en las aguas extintas
del norte.
Tomaré mi camino junto a ti
y sabré que nada ni nadie nos separará
incluyendo mi defecto
de no creer en que al fin te haya encontrado.
Comeré de tu mano
a sabiendas que he apostado mi sabiduría.
Y sabré que Dios jamás se apartó
-más bien me apartó de otros caminos-
para llegar hasta ti,
hastiada, impura,
lista para recibir tu acto que te catapultará
a un dudoso cielo:
la entrega de tu incondicional amor
-a mí, la que se esconde detrás del elenco del mundo
a la hora de comulgar los besos-.
Me enamoraré de ti porque no es seguro
que la vida me entregue
el regalo que jamás mis ojos han palpado
en esta absurda coincidencia de compartir
tantos kilómetros de mundo con otros.
Me enamoraré de ti
porque tú te encargarás de que sea así.
No importa si yo tengo cincuenta años
y mi piel ya no huela a madreselva,
seré tuya, brillaré como reina,
cantaré la historia de mis defensas,
de mis creaciones desiertas,
el éxodo de toda una vida
hasta llegar a adorar tu perfil.
Me enamoraré de ti
porque finalmente aprenderé a no mentir.
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