Despertar y en domingo,
¿para qué, amante mío,
si el azul de tus ojos
me prohibió el destino
volver a mirar?
[Siempre me pareció
que más que árabe o germana,
mi raíz era griega:
por qué he debido amar
a quien no debiera,
dejándome sola y casi muerta,
vagando, cantando de noche
tu rubia belleza,
canto profundo de mi penar].
No sé saltar en el tiempo
no encuentro la forma de al destino sobornar.
Únicamente me queda
elegir un instante y en ella mi risa congelar.
Ya tengo el lugar, el tiempo y la persona,
el diálogo del te amo siempre,
la cajita roja brincando en el rosa telar.
Sólo falta la ciencia,
la ciencia que me quiera dar la eternidad.
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