dispersa su perfume.
Se aleja en un grito
su escarceo primitivo con la dermis.
Abraza el perímetro del eco
Y no vuelve jamás.
No, si no lo volvemos memoria.
No, si exorcizamos su presencia
con los tambores que legitiman la sangre
adentro, muy adentro
hasta eslabonar el nombre verdadero de Dios.
Dijo mi padre en el escalofrío
que abrazó mi cena,
minutos antes de su imposible cumpleaños.
Lo suyo ya es la risa sin fin.
Para Miguel. Por sus supuestos 64
y su eternidad ganada a pulso de ausencias.
y su eternidad ganada a pulso de ausencias.
1 comentario:
Duele la ida, realmente duele. Lo has homenajeado desde la poesía, que es descubrir la esencia de las cosas, lo que son realmente. Así pensaba Macedonio Fernandez, así lo creo, quizá sea en lo único que tenga fe. Bellísimas palabras, y el abrazo al contorno del eco una inmensa metáfora. Besos.
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