Quisiera ser Woody Allen
pero en Saltillo.
Despeinado, fachosito.
Un judío sin igual por las estrellas sin lustre de mi ciudad
perseguido.
Abrir la cartera:
¡Dios santo, cuánta zalamera en la agenda
y los filmes de las vidas de nadie/indie
sin etiquetar!
La T.V. juega otra vez con mi jungla colectiva
y yo le rezongo desde la cocina:
anda, vente por un par de guiones,
Woody Allen es la onda a la hora de cenarse la humanidad.
De verdad quisiera ser Woody Allen,
entrevistas de preguntas directas y simplonas, chaparrito, esposa joven que no habla,
genialidad insuperable y crítico de los yunáited
viviendo dentro de la manzana roja de su penthouse.
Saltillo realmente no me importa
(no si Annie Hall me espera
en aquella otra ciudad,
en aquella otra ciudad,
en aquella otra ciudad).
Quién pudiera darme su piel vacante
piel de Woody
por un día
para entenderme a escala
y luego no despertar más.
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