Como un bebé arrullado por su viuda madre,
así es la noche del segundo de agosto:
la calle se inquieta, sus autos mueren,
y una ventana rota deja
que la sangre escape insurrecta
por las venas del mundo que está muy triste.
Como un bebé llorando por la ausencia de su viuda madre,
así nos sentimos todos a veces
aunque nadie quiera aceptarlo.
Se larga el papá con los cuentos de enanos,
Viene la nana con el té para el cólico:
cien mil asteroides de plata disueltos en leche de Vía Láctea.
Administrar la dosis con la cuchara de la Luna Nueva.
Luego, mandar a dormir al extranjero
a todas las almas insomnes y las enfermas
y las amargas y las violentas
y las amedrentadas y las que no creen más.
Al día siguiente la cura
o intentar ahora con un canto grabado en el cabello rubio de los manzanos.
Como un bebé con los pezones de su viuda madre jugando:
los magos blancos el fieltro del sombrero asoman,
prometen otra vez la magia intentar.
Y aparecen las madreselvas en el jardín
del bebé durmiente en el sueño de una Eva aliviada.
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