Dejé de pensar en Ipanema
el día que conocí tu boca.
Dime, mujer, dónde comes la solar sopa
para que brille así la piel de tu traje protector
de las mentiras celestes y de ultramar.
O muéstrame la vida, granada,
para entender que es todo esto
y no yo
lo que debería conquistar
el violáceo campo donde galopan los caballos castaños
de tu principal pueblo.
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