Menstruación, regalo carmesí de las diosas olvidadas
para la perpetuidad del amor entre los hombres,
no sabes a estas alturas de mi semana cuánto te odio.
Tu caudal íntimo, ese diálogo que sostienes conmigo desde la mañana
y lo dejas inscrito en mis sábanas,
es el recuerdo latente de que no seré el conocimiento
y tal vez sí el fruto de la vida que no me recuerde cuando muera.
Te pienso deslizándote desde la mítica costilla
en la frontera de mi nombre y una Eva:
dueles tanto, roja mía.
Peor sería estar en tu ausencia:
sin ti yo no con estas curvas,
sin ti yo no mis exabruptos que me acompañan y me dejan cada vez más sola,
sin ti yo no la cer(t)eza del pastel en la Tierra.
Te miro corriendo a mi favor,
reparo entonces en la fórmula divina de tu existencia:
alma mía, nota roja,
esperaré la promesa de llamarme algo más
que simplemente mi nombre de pila.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Y aquí estoy yo, alabando tu "menstruación". Si hay algo que jamás pude imaginarme de ella es que pudiera resultan tan deliciosamente inspiradora.
Un besazo preciosa,
A.
Publicar un comentario