La explosión la vivo en silencio, mar azul,
y la dinamita me carcome.
Tú que sabes la fórmula correcta, científico de almas en llamas,
háblame de la tierra de cerezas que nunca he oído en mi patria.
Yo te oiré con la fuerza de mi oído ciego
y te abriré las puertas de mis ojos que encierran los antiguos cantos.
Espuma, luna, felino de ciruela,
pon tu pie en esta alfombra de rosas
y te alabaré como el signo que me faltaba
para alcanzar lo inasequible del universo:
la música del yin
que no me fue dada por la línea del padre.
Yo te daré la medida del aire
a cambio de la paz de tu boca.
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