Bendigo tu luz azul, vida.
Con ella vuelvo a entender la patria de mi cielo
y en mis dedos crece de nuevo
la ambrosía.
Exhalan azúcar los mares
el cítrico fortalece la algarabía
de los niños del verano.
La piel es un pozo de Dios observando
el gozo continuado de mis padres:
policromía estival, dijo un ciego.
Agradezco el technicolor de tus días:
he escalado la violácea montaña.
Apuro el verso, derramo la caña.
Sé bien que es tu promesa el dulce silencio
guardado en mi falda.
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