La mano ungida en saliva divina
sosteniendo tu raíz en la madrugada.
Así detienen el tiempo los dioses:
yo los he visto nadar en el fleco escaso
de tu cabeza inventando
quién sabe cuáles supernovas,
a saber cuántos espacios verdes
entre los arrayanes cósmicos
-el espacio entre un reinado divino y el tuyo
tiene forma de mirtos y besos iluminados-.
[Silencio]. No te despiertes, amado,
no es necesario abrir los ojos
para respirar la paz de tu espalda desnuda.
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