Canto por última vez
las coplas que nunca te dí.
Malgasto el agua:
lavo a las cuatro de la mañana,
me dedico a trapear la literatura de mi buró
una noche cualquiera.
También enjuago los libros de mi cabeza
hasta no dar con ellos en la computadora
y espero el ojo vigilante de mi hermano
el que tiene el rostro de un dios
que comparte con otros.
Dentello las almas que purgan
en los tazones de leche azucarada
y procuro no abrir los ojos
para no dar con la geografía de tu nombre,
un perfume de madera
a punto de ser incinerado.
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