Mr. Hopes era muy joven para morir
y para soñar también.
Tomaba las cajas de pastillas en las afueras del viento
les sacaba las entrañas,
viajaba en la nave bicolor durante el cierzo,
tomaba whisky con agua a eso de las tres.
Al margen de las voces grandes,
escribió su historia en las pestañas.
También invadió países
con cajas de música de azúcar blanca
llamadas desde Baviera
y nunca nadie lo escuchó las uñas detonarse
en homenaje a sus zapatos de Babel.
Mr. Hopes era muy joven para morir
y para reír también.
Nombró las posibles causas de la risa
y etiquetó botellitas de jengibre con saliva de malos momentos.
Acomodó todos los girasoles del mundo
apuntando a su ojo izquierdo.
Fueron ellos y no los otros
quienes formularon un breve dulce adiós
en el féretro, oh féretro de faraón
de pino madera pintado de italiano olivo.
Mr. Hopes dejó medio vino
y una cuenta sin pagar en el alquiler
pues era muy joven para morir
y para vivir también.
sábado, 9 de julio de 2011
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