Me gusta pensar en el viento y su trayecto largo,
como trenzas infinitas
coqueteando al suelo seco de mi casa
un día de tantos,
pienso sentada, casi flotando
en la espalda núbea de Zapalinamé
un domingo de gracia
cuando Eva devolvió la muerte por paquetería
y se dedicó a rebautizar
los regalos de su enamorado invisible y tierno.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario