Que la turgencia de sus almas
compensen la mano de alabastro que ahora es la Tierra,
Madre, señora y no virgen,
Mujer Absoluta
Reina de los tiempos todos
y del paraíso original,
que sus dedos pinten cinco lunas,
una de sandía, otra para beber leche tibia,
la tercera para columpiarse,
la cuarta para acunarse
y una última para aprender a no rezar
los cantos de los afligidos que nos quedamos en Tierra,
los que extrañamos el imperio de su inocencia,
todos los días, cuando
un colibrí decide que en su lugar morirá.
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