La noche es joven.
Lástima que tenga yo veintiocho años
que los ritmos se produzcan desde afuera
(rata tán, rata tán, ka-búm,
la red social nunca miente
y se divierte con martinis secos cibernéticos)
que la sangre no se contenga más
en las camas impolutas (y las de algunos moteles)
en las nubes mensuales de algodón
o en las camisetas deportivas
y ruede, ruede, ruede
como un Pollock experimentando en el asfalto,
que esta opresión del pecho se extienda
hasta doler
como la silla vacía de siempre en el corazón
pero ahora esquirlada.
Que la guarida sea una boca binaria,
el falso abandono en la música ordinaria,
estas ganas de comer otra escena,
la de mis padres,
quizá.
La noche es joven, no hay duda.
Buscaré mi pegamento para colocar en el álbum
las instantáneas que recogí
mientras la esperanza dormía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario