era el proscenio sacro
donde se iluminó tu cara.
El mismo donde yo no hablara
y aún así recibiera
el agua que me hizo pertenecer
a una religión que pareciera no entenderte.
(Violeta abnegada,
ruega por nosotros,
Dulce princesa,
abandónanos a nosotros
Madre de todas las sonrisas,
olvídate que fuiste de aquí).
Para Jaquelin.
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