El pan ácimo está servido en la mesa,
comeré de él cuando merezca andar
en el borde del amor y el deseo nuevamente.
El agua de lágrimas hirvió en el páramo rojo
cociendo la carne de los tiempos felices,
con su jugo lavaré mi pasado:
no más frescura al oído.
Lo sabe el ojo
mi boca lo muerde
y mi garganta lo destruye.
Sea.
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