Ven acá, niño mío,
guárdame el papalote
para cuando la tormenta pase.
Que hoy no preciso
abrigarme en tu risa
que hoy preciso
ser tu abrigo, triste hombre.
La vida es y no puedo quitar
o decir o callar
lo que la Estrella nos tiene:
somos de barro y sal
las lágrimas de dios y su madre
el juego del niño supremo
que olvidó que la arcilla
de tanto en tanto, se disipa en tierra.
Pero sí puedo decirte
que mientras seamos la arcilla caminando
nuestro propio camino
al deseo y lo inaudito
a la experiencia del grito de vida
en cada árbol y en cada sombra,
te amaré como se ama una sóla vez
en la vida.
Ven acá, niño mío,
déjame cargar con tu dolor un ratito.
A la noche de nuevo las madreselvas
la leche tibia de luna casi llena
mi medida abierta para ti
esperando siempre que entre el sol
y no te deje nunca.
lunes, 11 de agosto de 2014
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