Sabe más de flores que yo
y por eso sus manos
hacen poesía.
Conoce los milagros del color
y permanece en silencio.
Es un espíritu errante
entre el placer y el éter
un grito de niño desenfrenado
y la calma de la piedra
sublimada en astro.
Este es mi hombre,
él es el lugar adonde iré a parar
el día que muera
él es el oxígeno de mi palabra
aunque se empeñe
en que no diga más
que simplemente un beso
o una golondrina desde mis ojos
mi palma sobre su espalda
diciéndole que sobra el tiempo
mi otra boca cubriéndolo
contra sus males de la noche.
Sabe más de flores que yo
y aún así le escribo poesía.
sábado, 30 de agosto de 2014
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