domingo, 24 de agosto de 2014

Pon tu miedo en una vasija
y toma mi voz
mujer
para que nunca la ola del hombre
como una mano
sobre tu danza
para que jamás la idea de su mundo
atisbe tu mirada encendida.

Te he visto andar
por el perímetro del mundo.
Acércate y no respondas.
Cree y crea.
La multivocidad está en ti
y no en las fórmulas
o los cantos secos de los monjes.

Pon tus deudas milenarias
en esta vasija
y óyete, mujer,
y verás cómo el tiempo
te debe más dulzura
de lo que tu miedo pensaba.

Quiero verte encender la montaña
de vida nueva, de palabras fuertes
de dulces planetas cantados por ti.

Quiero ver cómo todo lo perdonas
y lo escindes de la historia
a la que tanto le urge
bañarse en tu leche.

Quiero ver cómo castigas con tu misericordia
y dejas de presionar tu llaga
porque naciste ave
y eres bella, mujer,
como la mañana celeste de Buda.

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