Te llamo
con la Gracia de tu cuerpo y su memoria futura
encima de mí
hablándome de la arena primigenia
con la que irrumpiste entre mis costados.
Te llamo
con el vaivén de mi ola
una luz de agua y sed
a punto de tormenta.
Afuera y adentro de mí llueve.
Te abrazo
como si fuera la primera vez que conozco
tu nombre
o la lumbre de que estás hecho.
Te abrazo
como si fuera una chiquilla entregándose
al más fuerte de los robles
y le entrega por igual
llanto miedo y curiosidad
su alegría que no morirá
aunque esté por cumplir más de treinta.
Te beso
como una mujer en su sitio
jamás lo podrá escribir
y esta ternura de sed de ti
y esta sed de fuego y latido aquí
como una escalera hacia tu cuerpo y tu alma
extendiéndose.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
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