A las nueve y treinta lavé tu centenar de mariposas
y nueve veces repetí tu nombre
para clavármelo en la redondez de mis aguas.
Luego callé. Así fue este sábado.
Juré no exigir nada a este hermoso sonido.
A las nueve y treinta recordé tu abrazo
un cansancio lumínico de sexo y de ternura
de lealtad y fortaleza infinitos
contigo puedo ser columna de luz
contigo podría incluso negarme ígnea
pero a la segunda vez de pronunciarte
pudiendo negarte
te nombraría otras siete veces.
Tomé el listón que acarició antes que yo
tu moreno cuello.
Luego me quedé viendo la TV
oliendo el rastro de ti
llorando como adolescente.
Debes aceptar que soy la mujer más leal
procurada del todo y de la nada
que jamás te haya besado
tal y como lo exigen los sabios.
Debo reconocer que a pesar de ello
te extraño
y por eso vine a escribirte.
sábado, 14 de diciembre de 2013
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