Una luz azul sobre tu cara.
Turquía y Australia estaban muy lejanas
para participar del cuadro.
No hacían falta:
tú eras el oriente entero entrando por mi cuerpo
desde la noche.
También eras la vastedad ignota de una lengua exótica
llegada a mí para cambiar mi brújula.
Respiré tan quedo como pude:
mi alma, a los serafines
también hay que dejarlos soñar.
Volteé mi rostro al techo.
No vi a nadie
excepto a mí, llena de tu respiración.
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