nos llegaba la reverberación
de la noche.
Era de fuego y almizcle
y entre sus escamas
habitaban el grito
otro mundo para adorarse
entrelazados
otros brazos de río
para ahogar sus tinieblas
hasta lavarlas.
Como una serpiente
me llegó la hora de Eva
y no quise escindirla
porque, Hombre
ya estabas creándome el fuego.
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