tu niña, tu madre, el chicote
con el que a veces despiertas
tu retratista, tu fanática
que estira las nubes blancas
hasta quedarte dormido.
Ayer brinqué, no sé si por augusta cursilería
o por saberte al fin
en el lugar que te tenían deparado
el daemon y dos o cinco dioses.
Cayó la noche, he sido algo más
que tu mujer:
tu caprichosa consentida.
Todavía tengo un millar de listones
para aventar al cielo contigo esta noche.
Dame cinco horas luz
y haré del universo la fiesta
que jamás tuviste de niño.
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