Once-treinta y uno:
pensé toda esta tarde
las memorias de tu frente corta
las injurias de las noches calladas
y las pieles intactas
como un beso al viento
en el marco del hogar del otro.
Una tarde para mí,
un plan secuestrador,
un diluvio de luz,
tus palmas haciendo milagros
y yo, abriéndome como halcón.
Pásame lento tu barba por mis poros
las mejillas, mis costillas,
hoy te pedí un deseo silente;
y habrías que ser tú, mi evasivo valiente,
el que me entregara en un puñado
lo que yo te digo con tantos versos:
aún tengo fe en el amor.
Será porque aún lo pienso en un posible nuestro.
Puedo agradecerte, sí,
tus manos;
pero aún te agradezco este lugar intacto
en el que me habitas,
rey de todos los mares,
príncipe de noble corazón.
miércoles, 22 de julio de 2009
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